Primera
luna llena del niño lobo
Farsa infantil para títeres licántropos
Iñaki Oscoz
DRAMATIS
PERSONÆ
ARGÁN, el niño lobo
Su
MADRE
CLARA,
la niña
flequillante
SAPOLANDRO,
un batracio apresurado
Un
MENDIGO
Un
CAZADOR
|
@gkumar2175 |
CUADRO
PRIMERO
Una mujer canturrea mientras repasa
las labores domésticas.
Repentemente, una voz infantil se hace oír desde otra estancia.
ARGÁN: ¡Mamá, mamá!
MADRE:
Dime, hijo.
ARGÁN: Que ya me
he despertado.
MADRE:
Muy bien, hijo, ahora ya puedes levantarte y venir a desayunar.
Más trajines, más canturreo.
ARGÁN: ¡Mamá, mamá!
MADRE:
Dime, hijo.
ARGÁN: ¿Por la noche
crecen las barbas?
MADRE:
Sí, hijo, y
también los
bigotes.
Entra correteante ARGÁN, niño de pelo despeinado y alma risueña.
ARGÁN: ¡Ya decía yo! Pues
mira qué pelo
me ha salido aquí al
lado de la nariz. ¡Vaya
con la nochecita, qué
regalo más
gordo y más
negro me ha traído!
Habrá que llamar a
un barbero, o igual a dos, ¡es un
pelo muy peludo!
MADRE:
No digas tonterías.
Deberías estar orgulloso.
ARGÁN: Pero mamá, ya sabes
que yo no quiero ser un lobo…
MADRE:
No empieces. Tu padre es un hombre lobo; antes, tu abuelo, Don Humberto López, fue un
hombre lobo; antes de antes, tu bisabuelo, el señor Don Efresio de López y López
fue un gran hombre lobo; y antes de antes de antes, tu tatarabuelo, el insigne
señor Don
Demetrio de López y
Relópez, fue uno
de los hombres lobo más
conocidos…
ARGÁN: Sí, ya, y
seguro que mi tataratataratataratataratatarabuelo también fue un hombre lobo. Pero a mí es que no me
gusta…
MADRE:
Te guste o no, serás un
hombre lobo.
ARGÁN: ¡Pero yo lo
que quiero es ser pastelero!
MADRE:
Pastelero es una profesión sin
futuro, ya te lo he dicho mil veces. Eso no da dinero.
ARGÁN: ¡A mí me da igual
el dinero! Yo lo que quiero es hacer ricas bombas rellenas de nata, galletas de
coco al horno y enormes, gigantes pasteles de chocolate con leche.
MADRE:
Déjate de
pasteles y de galletas. Tú serás hombre lobo
y punto. Y ahora, a desayunar. Hoy tienes que hacer algo muy importante.
Argán, poco convencido, le sigue a tomar
el desayuno.
CUADRO
SEGUNDO
Argán avanza saltarín por un camino.
Habla al público.
ARGÁN: Holaaaaa.
Muy buenas. Yo soy Argán.
Encantado de saludarles. Argán, el
futuro pastelero. ¿Os
gustan los pasteles? ¿Y de qué tipo os
gustan, si no es mucho preguntar? Sí,
buena idea. Magdalenas. Galletas de chocolate. Todo muy bueno, sí. En cuanto
aprenda a hacerlas, os invito. A todos. A los padres también, señor, no se
apure.
¡Pues vaya día que
llevo hoy! Primero, menuda gracia, me levanto con este pedazo de pelo en la
cara. ¡Es enorme!
Como siga creciendo, esto en vez de ser una cara con un pelo, va a ser un pelo
con cara. ¡La
repanocha!
Y por si fuera poco, ahora mamá me manda a mí a la casa
del guarda. ¡Pero
si todos los meses va papá! Eso
sí, lo que hay
que traer me lo sé de
memoria. «De la casa del guarda, dos ramitas de estragón y siete granos de mostaza». Pues nada, allá que voy. Y
por si me pierdo un poco, llevo un mapa. Que cruzar el bosque se supone que es
fácil, pero
también es fácil que me
pierda, porque tengo muy mala orientación,
eso del norte y del sur, del este y el oeste, muchas veces no me entero. ¡A mí que me
hablen de mangas pasteleras o de coco rallado! ¡Verán si
me entero o no me entero! Bueno adiós, que tengo que seguir. Si no, se me va a
hacer de noche. ¡Hasta
la vista!
CUADRO
TERCERO
Por entre la tarde verde, camina
risueña una
niña
guapita y flequillante guiada por su blanco bastón. Encuentra su lugar predilecto, se
sienta, huele el verde y la tarde. Sonríe. Entra Argán. Ella nota su presencia y se gira.
CLARA:
Perrito…
perrito guapo.
ARGÁN: ¡Qué manía! Que no soy
ningún lobo.
CLARA:
Uy, lo siento. Pensé que
eras un perrito.
La mirada perdida delata su ceguera,
que Argán
comprueba con la mano.
ARGÁN: Pues no
soy ningún
perrito. Soy Argán, y
un día seré un gran
pastelero.
CLARA:
Oh, ¡me encantan
los pasteles!
ARGÁN: ¿Te comerías por
ejemplo un esponjoso bizcocho de chocolate blanco?
CLARA:
¡Sí!
Argán se irá desplazando a diferentes lugares, a
donde llega ella rápida y fantasmalmente, para sorpresa del futuro pastelero.
ARGÁN: ¿O unas ricas
ensaimadas rellenas de cabello de ángel?
CLARA:
¡Claro que sí!
ARGÁN: ¿Y unas
crujientes rosquillas espolvoreadas con bien de azúcar y canela?
CLARA:
Es que me encantan los pasteles.
ARGÁN: ¡Pero bueno! ¿Cómo sabes dónde estoy? Si
no…
CLARA:
No podré ver,
pero puedo oír. Y de escuchar siempre tan fuerte, casi casi puedo ver.
ARGÁN: ¡Ver oyendo,
qué cosas!
CLARA:
¿Tú oyes el
canto de aquel pájaro
en la última rama de
ese abedul?
ARGÁN: ¡Aquí hay muchos árboles! No
oigo nada.
CLARA:
¿O ese grillo
que afina delicadamente las cuerdas de su nueva guitarra?
ARGÁN: Nada de
nada.
CLARA:
Pues todo eso que te pierdes.
ARGÁN: Y ¿a mí cómo me ves,
digo, me oyes?
CLARA:
(se le acerca y simula escucharle de
cerca) Eres guapo. Aventurero. Y bastante divertido.
ARGÁN: ¡Si todavía no he
contado ninguno de mis chistes!
CLARA:
(le oye la cara otra vez) Y en poco
tiempo vas a tener una buena barba.
ARGÁN: ¡El pelo! ¿Tan enorme
está que hasta
puede oírlo?
CLARA:
Y sobre todo, serás un
gran pastelero.
ARGÁN: ¡Eso seguro!
Pues sí que oyes
bastante bien las caras… Por
cierto, ¿sabes
si voy bien para la casa del guarda? Está al
otro lado del bosque, pero es que yo con los mapas no me entero.
CLARA:
¿Ves aquel
camino que sube por la colina? Nornoroeste.
ARGÁN: Colina… ¡Sí, lo veo!
CLARA:
Pues ese no es. ¿Y ves
el sendero que se abre serpenteante entre aquellos pinos?
ARGÁN: Emm… sí, lo veo.
CLARA:
Pues ese tampoco es. ¿Y
aquel caminito que vadea el riachuelo sobre un pequeño puente?
ARGÁN: Sí, lo
veo, pero seguro que ese tampoco…
CLARA:
No. Ese sí.
ARGÁN: El del
puente, perfecto. Muchas gracias. ¡Me
voy, que se me hace tarde!
CLARA: Una cosa, Argán…
ARGÁN: Lo que
usted mande.
CLARA:
Me llamo Clara.
ARGÁN: Encantado
de conocerle, gentil damisela. Pero ahora he de partir. Me voy pero volveré… cuando oiga
usted que, a lo lejos, se acerca un futuro pastelero… ¡ahí llega Argán! ¡Adiós! ¡Adiós!
CLARA:
(ríe otra vez) ¡Adiós!
CUADRO CUARTO
En su caminata por el bosque, ARGÁN se topa con un orondo batracio,
SAPOLANDRO, que camina elegante pertrechado con abrigo largo y maleta de viaje.
SAPOLANDRO:
¡Croa! ¡Llego tarde,
seguro que ya llego tarde!
ARGÁN: ¿A dónde va usted?
SAPOLANDRO:
A la estación.
ARGÁN: ¿A la estación? Puede ser
una estación de
metro, de autobús,
incluso de trolebús.
Puede ser de bicicleta, de triciclo, de tren-bala… ¿Tal
vez de helicóptero?
¿De submarino?
SAPOLANDRO:
¡Me da igual!
La que esté más cerca.
ARGÁN: Ah,
haberlo dicho antes. La estación que
está más cerca es la
primavera, que llega la semana que viene.
SAPOLANDRO:
¡Muy gracioso!
Lo que necesito es marcharme de aquí pero
ya.
ARGÁN: Pues yo
también tengo mucha
prisa. ¡Taxi!
A su propia llamada, Argán se sube a la espalda del batracio,
que intenta zafarse.
ARGÁN: Señor taxista, ¡a la casa del
guarda, por favor!
SAPOLANDRO:
¡Pero qué dice! ¡Que se baje
de ahí!
ARGÁN: Y
rapidito. ¡Siga
a ese puercoespín!
SAPOLANDRO:
¡Que se baje
ahora mismo! (los intentos de zafamiento
se recrudecen, tornándose el sapo en sapo mecánico)
ARGÁN: ¡¡Yiiiihaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!
¡Wellcome to
the rodeo!
SAPOLANDRO:
¡¡Que se baje!!
(consigue tirarlo)
ARGÁN: Vale,
valeeeee. Entonces, ¿no
sabe si voy bien por aquí a la
casa del guarda?
SAPOLANDRO:
Solo sé que por
donde vengo, se va a una charca. Pero no se la recomiendo.
ARGÁN: ¿Por qué?
SAPOLANDRO:
Los habitantes de la Charca Larga…
roncan. Roncan tooooooooooda la noche. ¡Croa! Empieza
uno, por ejemplo un pez gordo que duerme en la superficie. Ronca que te ronca.
Hasta ahí,
pase. Pero luego, por arte de birlibirloque, se le van uniendo otros
roncadores, como esas ranas jóvenes… ¡qué ruidosas! Y
de remate, las libélulas
haciendo así como
un coro agudo.
ARGÁN: ¡Qué guay suena!
SAPOLANDRO:
¡Pero qué dice! ¡Si parece una
orquesta!
ARGÁN: Por eso
mismo. Esta noche, damas y caballeros, para todos ustedeeeeeeeees… gran
concierto de la Orquesta Roncadora de la Charca Larga.
Obediente a su director, la orquesta
acomete la 1ª
Sinfonía
Inconclusa para Ronquidos Molestantes, hasta que el pobre sapo puede
soportarlo.
SAPOLANDRO:
¡Silencio! ¡¡Silencio!! Así, ¡así toda la
noche!
ARGÁN: ¿Entonces no
duerme usted por la noche?
SAPOLANDRO:
Ni una letra.
ARGÁN: Pues le
haré una pregunta
nocturna. ¿Sabe
usted si de noche crecen las barbas?
SAPOLANDRO:
¡Pero qué dice!
ARGÁN: Porque
mire el pelo que me ha salido esta noche. No es un pelo cualquiera…
SAPOLANDRO retrocede de un
salto temeroso.
ARGÁN: ¿Qué pasa, que le
han salido mechas? ¿Que
se ha rizado?
SAPOLANDRO:
No, no pasa nada… El
pelo… el pelo es
un buen pelo.
ARGÁN: Pero ¿ha crecido?
SAPOLANDRO:
¡Sí! No… ¡no sé! ¡Me tengo que
ir urgentemente!
ARGÁN: Pero si no
sabe ni donde está la
estación… ¡Oiga! Nada,
que le ha entrado la prisa. Pues hala, yo sigo que al final se me hace de
noche. Y si la charca estaba por ahí,
pues será por
el otro lado. Digo yo…
CUADRO QUINTO
ARGÁN avanza por el bosque, más perdido que encontrado. Mira el
mapa, anda, desanda, duda, sigue, no avanza, mira el mapa.
ARGÁN: A ver si
me aclaro. He salido de casa, recto, recto. Luego he ido a la izquierda. Y
luego a la derecha. He bajado. Subido. Me he echado una siesta, me ha picado
una hormiga. Me he encontrado con Clara, muy maja ella, he cruzado el puente. Y
me he encontrado con el sapo. ¿Habrá encontrado la estación? ¡Croa! ¡Croa! A
ver si me aclaro. He salido recto, recto. He ido a la izquierda, luego a la
derecha. He bajado, he subido, me he echado una siesta. He estado con Clara, he
cruzado el puente. Y luego con el sapo. ¡Croa! ¡Croa! Recto, izquierda,
derecha, abajo, arriba, siesta, hormiga, Clara, puente, sapo, croa.
Rectoizquierdasapoclarasiestarribasapo. ¡Pero bueno! Aquí al final termino
echando una siesta con el sapo debajo de un puente. ¡Y sin ver a Clara! Está
claro que no me aclaro. Pero según mis cálculos
y además porque se
está haciendo ya
de noche, debería de estar
muy cerca de la casa del guarda. ¡Pero
yo no veo nada! A ver si por ahí… o
por ahí detrás… ¡Ah, ahí está! ¡Señor guarda! ¡Señor guarda!
CUADRO SEXTO
ARGÁN ha entrado en la casa del guarda.
La recorre pero no ve a nadie, salvo un sospechoso bulto oscuro que parece huir
entre las sombras.
ARGÁN: ¡Hola! ¿Hola? ¿Está el señor guarda? ¿Hay alguien,
aunque no sea el señor
guarda? Soy Argán, el
futuro pastelero. ¿Hola?
Nada. ¿Pero es que
nadie guarda la casa del guarda?
El bulto huidizo se le aparece más y más cerca, hasta al fin Argán puede aproximarse.
ARGÁN: ¿Señor guarda? ¿Está echando la
siesta?
El bulto se eleva de un salto: de
entre las raídas mantas ha emergido un mendigo. Gorro calado hasta la nariz,
barba impenetrable y seguramente habitada. Mirada profunda en unos ojos que, por
momentos, ojos refulgen.
ARGÁN: Eh… ¿el señor guarda?
MENDIGO:
Me temo que no, chico.
ARGÁN: Pero ¿no es esta la
casa del guarda?
MENDIGO:
Esta casa fue abandonada hace mucho tiempo.
ARGÁN: Pues sí que estamos
bien. Yo tenía que
ver al guarda.
MENDIGO:
Tal vez no tenías
que ver al guarda.
ARGÁN: ¿A quién entonces?
MENDIGO:
Has venido para verte a ti mismo.
ARGÁN: ¡Para verme a
mí mismo me
quedo en casa y me miro en el espejo!
MENDIGO: Tú
tienes, Argán…
ARGÁN: ¿Cómo sabe usted
mi nombre?
MENDIGO:
Emm… lo dijiste
antes.
ARGÁN: Pues yo
creo que no; no, no lo dije antes.
MENDIGO:
Tú tienes
dentro de ti la fuerza de cien volcanes, la furia de los siete mares. Todo
depende de que elijas bien o elijas mal. Todo blanco o todo negro.
ARGÁN: ¡No entiendo
ni una palabra! ¿Tiene
una botella de vino ahí
debajo, verdad?
MENDIGO:
Vive tus sueños y
serás mar sereno
con gotitas de plata…
ARGÁN: Pero ¿qué dice este
hombre de mares y de gotitas? Yo lo que quiero es ser pastelero. Que se entere
todo el mundo de una vez. ¡Pastelero!
¡Pas-te-le-ro!
(se gira hacia el mendigo y ve que ha
desaparecido) ¿Cómo? Pero ¿dónde se ha
metido? Me suelta esas cosas tan raras y encima se marcha sin decir adiós. ¡Otro
maleducado! Muy bien, muy bonito. Ahora, ¿qué más? ¿Hay algo más extraño que me
pueda pasar hoy, eh? ¿Algo
más? ¿Algo más?
Como si le hubiera oído, se levanta algo de viento. ARGÁN se acerca a una ventana.
ARGÁN: Pues nada,
si no hay guarda, me vuelvo para casa…
Vaya, se está
haciendo de noche… y
hay luna llena… qué luna tan
bonita. Qué
grande, qué
redonda, es enorme, tan grande, tan blanca, parece que llena todo el cielo… tan blanca,
tan grande, blanca, grande…
grande… grande…
Con vaiveneos de cabeza, ARGÁN se aleja de la ventana y empieza a
sufrir espasmódicos
movimentos. Temblequeo de cabeza, torcimientos de cuerpo, aleteo descontrolado
de brazos. Acompañado de inteligibles grititos, el pobre infante da saltos, rueda su
cabeza por el suelo, se apoya sobre un brazo, se retuerce, se estira, salta y
se revuelca en un sinfín de movimientos que se van acelerando hasta que tras un gruñido orgasmático cae rendido al suelo. Cuando se
levanta de golpe, ágil y preciso, su cara está llena de pelo, los dientes afilados
y las orejas de punta.
ARGÁN: ¡Auuuuuu! ¡Qué bien me
siento! Como si hubiera dormido diez horas. ¿He dormido tanto rato? (empieza un juego con el público, que le irá contando sobre su
transformación) ¿Cómo? ¿Que no he
dormido ni un minuto? Pues yo me siento muuuuuuy descansado. Me siento
diferente. ¿Cómo? ¿Que mis
orejas qué? ¡Ah, socorro! ¡Tienen punta!
¡Un espejo,
necesito urgentemente un espejo! ¿Y
mucho mucho pelo? ¡Es
verdad! ¡Ay,
que me he convertido en hombre lobo! Mejor dicho, en niño lobo. ¡Pero
si yo no quería! ¡Si yo lo que
quiero es ser pastelero! ¡No
vale! ¡Auuuu! ¿Y ahora qué hago? ¿Dónde voy yo
con estas pintas? ¡Será mejor que me
vuelva para casa!
CUADRO SÉPTIMO
El niño lobo sale al bosque sobre el que se
sigue cerrando la noche. No puede evitar mirar de hito en hito a la inmensa
luna. En su ágil
caminar, no tarda en alcanzar a un bulto huyente.
ARGÁN: Oiga, ¿usted es el
guarda que no es el guarda, verdad?
MENDIGO:
Ahora tienes el fuego de la luna en tus ojos.
ARGÁN: Está claro que es
el mismo.
MENDIGO: He venido a decirte…
ARGÁN: ¿He venido? ¡Pero si te
estabas escapando!
MENDIGO:
Bueno, eso. Tú has
venido para que yo te diga… que ahora estás en
peligo.
ARGÁN: ¿En peligro?
MENDIGO:
Esta noche muchos hombres han salido a cazar. Una mala noche para los canis lupus.
ARGÁN: ¿Los qué?
MENDIGO:
Es lobo en latín, y
no me interrumpas tanto, por favor, que me desconcentro.
ARGÁN: Lo siento,
usted perdone.
MENDIGO:
Así que… lleva mucho
cuidado con los cazadores esta noche.
ARGÁN: ¡Pero si llevo
solo cinco minutos de lobo! ¿Cómo van a
cazarme?
MENDIGO:
A sus ojos, eres un lobo muy peligroso. Si te ven, Argán, te perseguirán, te dispararán, te cazarán y
te llevarán a
un zoo o incluso algo peor, ¡te
llevarán a la tele!
ARGÁN: ¿Dispararme? ¿Llevarme a la
tele? ¡Socorro! ¡Auxilio!
Necesito quitarme todo este pelo. ¡Por
favor, una maquinilla! ¡Espuma
de afeitar! ¡Un
barbero! ¡Dos
barberos! Ay, necesito volver a ser el de antes o esos cazadores me harán un agujero
como a un queso francés. ¡Socorro!
Pero si yo soy un pobre niño
inocente… Yo
no he hecho nada… (olisqueando los harapos del mendigo)
Oiga. ¿Lleva usted
un jamón o algo ahí debajo?
MENDIGO: No, por favor…
ARGÁN: Solo es
una pregunta, es que me está
entrando un hambre enorme, un hambre terrible. ¿Será
porque no he merendado?
MENDIGO:
No me haga daño,
solo soy un pobre anciano, señor
lobo.
ARGÁN: ¡Qué pesadez!
MENDIGO:
Y encima estoy medio cojo, mire… (le hace una demostración de su cojera)
ARGÁN: ¡Pues antes
bien que corrías! ¡Gggrrrrrrrr! (aparte) Yo creo que me engaña y que no
quiere compartir la cena conmigo. Porque ahí debajo lleva algo que huele, y huele muy bien… ¿Será un jamón? ¡Pero bueno! ¡Esto es la
repanocha! Otra vez se ha ido sin despedirse. ¡Maleducado por dos veces! ¡Como le pille le quito el jamón entero! ¡Oiga! ¿Oiga? ¿Un bocadillo
pequeño al menos? ¡Que me muero
de hambre!
CUADRO OCTAVO
En su caminar hambriento, Argán se encuentra con el huidizo y
entrajado batracio, que empieza a temblar al verle.
ARGÁN: ¡Hombre! ¡Usted otra
vez!
SAPOLANDRO:
¡Socorro! ¡Socorro!
ARGÁN: ¿Le pasa algo?
SAPOLANDRO:
Ah, no… no, no me
pasa nada.
ARGÁN: ¿Todavía buscando la
estación?
SAPOLANDRO:
No, no… Ya no me voy, me quedo.
ARGÁN: ¡Pues sí que cambia rápido usted de
planes! Así que
vuelve a la charca.
SAPOLANDRO:
No, sí, no… yo… ya veré lo que hago.
ARGÁN: (aparte) Este, además de maleducado es un poco tontainas. (al sapo) Y si no se vuelve a la charca,
¿adónde va a ir?
SAPOLANDRO: Por ahí… por ahí…
ARGÁN: (aparte) Tontainas, pero tontainas
perdido. (al sapo) Por cierto, ¿no conocerá usted un
restaurante por aquí
cerca? Es que me ha entrado un hambre así de
repente…
SAPOLANDRO:
¿Un… un
restaurante?
ARGÁN: Sí, un
restaurante restaurador. Es que tengo un hambre que parecen dos.
SAPOLANDRO:
Yo siempre ceno en casa.
ARGÁN: Oiga… ¿lleva usted
también un jamón en el
bolsillo del traje?
SAPOLANDRO:
Solo llevo una almendra rellena. Se la doy, se la regalo de buena gana.
ARGÁN: No me
vale, una almendra no me quita el hambre ni tres segundos. Saque el jamón, no sea
tacaño.
SAPOLANDRO: Le juro que no…
ARGÁN: ¡Que lo saque!
En un arrebato, Argán se lanza sobre el sapo. Forcejean
hasta que al final el niño lobo le muerde. El batracio grita de miedo y dolor. Se
revuelven, la mandíbula sin soltar su presa, hasta que en su pelea desaparecen. Al
poco aparece Argán
relamiéndose.
ARGÁN: Ummm.
Estaba muy rico el jamón, en
su punto, ni muy seco ni demasiado tierno. Pero sigo teniendo hambre, mucha
hambre. Ahora me comería
felizmente cuatro cruasanes, un bizcocho de plátano y tres palmeras de chocolate. ¡Qué hambre! ¡Qué hambre más grande
tengo! (se oyen ladridos lejanos) ¡Perros! ¡Los
cazadores! ¡Y lo
mejor es que no tengo ni idea de cómo volver a casa!
CUADRO NOVENO
Bastón en mano y bajo la noche que cae,
camina despacito Clara. Argán, animal insaciable, sale a su encuentro. En un principio, su
instinto le lanza a por la carne fresca.
CLARA:
Perrito… ¡Argán! ¡Has vuelto!
ARGÁN: ¡Clara! ¿A que no
sabes qué me
ha pasado?
CLARA:
Qué.
ARGÁN: ¡Me he
convertido en lobo!
CLARA:
Qué cosas
tienes, Argán.
ARGÁN: ¡Que sí! Mira, digo
toca, toca.
CLARA:
Es verdad, pues yo creo que estás más guapo.
ARGÁN: Más guapo no sé, pero más hambriento…
CLARA:
A mí no me mires,
que tengo poca carne.
ARGÁN: Si no es
que quiera, pero como soy un lobo…
CLARA:
¡Pues aquí nanay! O si
no… (le blande su bastón)
ARGÁN: Pero eso
no es lo peor. ¡Además me
persiguen los cazadores!
CLARA:
¡Pero bueno! ¡Si eres un niño!
ARGÁN: Eso digo
yo, pero en los lobos parece que la edad no importa, si te ven, te disparan, te
cazan y te llevan a la tele.
CLARA:
¡A la tele! ¡Horror!
Espera… oigo los
perros.
ARGÁN: ¿Dónde? ¡Yo no oigo
nada!
CLARA:
No tardarán
mucho. En dos minutos y veintitrés
segundos estarán aquí. Vamos a
escondernos.
ARGÁN: ¡Ay qué miedo! ¡Que yo no
quiero ir a la tele!
CLARA:
¡Por aquí! ¡Deprisa!
CUADRO DÉCIMO
Con amenazante caminar, entra el
CAZADOR. Tiene bigote, gorro y una enorme escopeta. Mira despacio, huele,
rastrea.
CAZADOR:
Aquí huele a
lobo. Llevo muchos años
cazando y sé como
huelen. He olido a muchos lobos… ¡y a todos les
disparé! Pagan bien
por un lobo muerto… Sé que no anda
muy lejos. (sigue buscando pero no
encuentra nada) ¡Ya me
estoy cansando! ¡Sal
de ahí, lobo
maloliente! Mi escopeta quiere saludarte. Y vosotros, ¿no habréis
visto a un lobo por aquí? ¡Pero aquí huele a
lobo! ¿Seguro que
no? Pues bien que me vendría el
dinerito. Ya tengo ganas de comprarme otro todoterreno, y una casa más grande. ¡Que salgas,
lobo! ¡Da la cara!
Pues como no me ayudáis a
buscarlo, lo buscaré yo
solo.
Sigue rastreando la zona hasta que
sale. Después,
con gran cautela, entra Clara bastoneando y detrás Argán.
ARGÁN: ¿Has visto qué escopeta? ¿Has visto qué escopeta?
CLARA:
Calla, no hagas tanto ruido. Tengo un plan.
ARGÁN: Pero ¿has visto la
escopeta?
CLARA:
¡Qué pesado, pero
no ves que no veo!
ARGÁN: Una
escopeta enorme…
CLARA:
Calla, petardo. Mira, esto es lo que vamos a hacer.
Se acerca a él y le susurra el plan al oído.
ARGÁN: Sí, bueno, pero
la escopeta…
CLARA:
Él tendrá escopeta,
pero yo tengo… ¡esto! (alza el bastón como si fuera una espada
sagrada o una lanza milenaria nipona)
ARGÁN: ¡Auuuuu!
CLARA:
Y ahora… ¡a sus
puestos!
CUADRO ÚLTIMO
Entra un enfurecido cazador.
CAZADOR:
¡Nada, que no
le encuentro! ¿Ha
venido el lobo por aquí? No
me creo nada. Porque aquí
huele a lobo. Cerca. Muuuy cerca. Veamos si por aquí… o por aquí…
ARGÁN: (desde su escondite) ¡Auuuuuuu!
El cazador se reincorpora de un
respingo y, sin que vea nada, aparece una fantasmal y rapidísima Clara que le sacude un buen
cachiporrazo y desaparece.
CAZADOR:
¡Ay! ¿Pero qué pasa? ¿Ha caído algo del árbol? ¡Qué golpe! Menos
mal que tengo la cabeza dura.
Vuelve a la búsqueda, vuelve el aullido de Argán, el respingo y el consabido
cachiporrazo. El cazador vuelve a jurar pero no encuentra explicación a lo que está pasando. Reinicia el
proceso y, cuando recibe el tercer cachiporrazo, se gira a tiempo para ver a
una inocente niña.
CAZADOR:
Oye, niña. ¿No habrás
visto a un lobo que me está
zurrando la badana?
CLARA:
No, señor. Yo, ver…
CAZADOR: Ah,
claro. Perdone, perdone usted. Es que estaba yo aquí cazando y…
ARGÁN: ¡Auuuuuu!
El cazador se gira para mirar. Clara
le sacude un gran cachiporrazo y enseguida disimula. El dolorido cazador se
acerca y la observa, incrédulo.
CAZADOR: Oye, niña. ¿Tú seguro que
no ves nada?
CLARA:
Nada de nada, señor.
Ni siquiera su bigote.
CAZADOR: ¡¿Pero…?!
ARGÁN: ¡Auuuuuu!
Al cachiporrazo correspondiente, le
sigue un incontrolable chaparrón sobre su cabeza. Tantos como sean necesarios hasta que cae al
suelo. Clara se alza victoriosa sobre él. Es cuando aparece un envalentonado
Argán.
ARGÁN: ¡Eso! ¡Ahí tienes tu
merecido! ¿A quién ibas a disparar? ¡Que a
mí la tele no
me gusta pero nada! Muchas gracias, Clara, ¡menuda eres dando bastonazos!
CLARA:
Aficiones de tiempo libre… Uy,
se ha hecho muy tarde. ¿Me
acompaña a casa,
caballero?
ARGÁN: Como usted
guste, gentil damisela. Vamos…
CLARA:
No, es por ahí.
ARGÁN: Ah. Sí, claro,
claro…
Salen y suena la música final.
Aparece Argán vestido de pastelero, feliz y danzante. Coloca un reluciente
cartel de Pastelería. También entra Clara. Los dos cantan y bailan tan
contentos hasta que cae el
TELÓN
*Primera luna del niño lobo fue estrenada por la compañía «Le guignol orthopédique» el 1 de diciembre de 2012 en el Teatro Lagrada de Madrid. Con dirección e interpretación de Andrea Waitzman e Iñaki Oscoz.