miércoles, 30 de diciembre de 2020

TEXTO PARA TÍTERES 3

 

 

 

 


 

 

Monique Fornique

 

Farsa amorosa marionetil en siete cuadros

 

 

 

 

 

 

 

 

Iñaki Oscoz

 

 

 

 

 

 

 

DRAMATIS PERSONÆ

 

MONIQUE / ÚRSULA

RUBÉN / EL GALO

PROFUNDO / MÉNDEZ

MAESE DUPORCO / STEPHAN

 



 

 

 

  

 

ACTO I

 Escena I

 

En la penumbra y tras un viejo telón enmarcado en oro gastado, esperan sin esperanza una pila de maletas desordenadas, una carreta chirriante y un escobón. También una vieja escalera, telas negras tiradas y escenografía mal colocada: un retablo antes de empezar la función. Una sombra canturrea por encima de una chanson que suena una y otra vez. Aparece STEPHAN, un cerdo joven. El entusiasta intérprete porcino calienta la voz, proyectando sus desvaríos al vacío patio de butacas.

Ha aparecido MÉNDEZ, cuarentón coletudo y avinagrado, de hombros caídos y mirada cansada.

STEPHAN vuelve a quedarse solo. Quiere seguir calentando la voz pero duda. Carraspea. Entonces adopta una desatada pose dramática y recita intensamente.

Ha entrado bambaleante EL GALO, todo huesos y malencarado. Intenta ocultar tras sus gafas de sol una considerable bolinga.

Los actores salen y Méndez se queda solo, revisando.

Sale MÉNDEZ. Suena una musiqueta repetitiva mientras se abre el telón chirriante hasta mostrarnos el retablo en todo su esplendor bizarro.

 

 

 

Escena II

 

En danza trastabillante y panzuda, aparece MAESE DUPORCO, sucio marrano embutido en un smoking revenido. Canturrea el soniquete mientras aletea por el escenario hasta que saluda ceremonial. Carraspea, tose y escupe un sólido gargajo. Se encara al público.

 

MONIQUE lleva rastas y sudadera con capucha. Tiene ojos saltones y mirada aguda sobre su portátil con pegatinas coloridas. Suena un móvil, lo coge.

Guarda el teléfono y vuelve al portátil.

Entra EL GALO caracterizado como RUBÉN, joven atento, encorbatado y con sonrisa incrustada de vendedor. Sonríe al mundo, pero este no le devuelve la sonrisa. Se reciben con un beso apasionado.

Empiezan a cantar y bailar su propia versión de «Sopa de amor».

Salen y reaparece MAESE DUPORCO.

 

 

 

Escena III

 

Mientras hablaba el maese, MONIQUE y RUBÉN han preparado la cama y se han instalado en ella. RUBÉN teclea rápido sobre un portátil con un horrible logo de empresa en la tapa. MONIQUE espera. El maese se acomoda para ver si gila algo y puedes sacudirse un poco el asunto.

Fornican in crescendo hasta que, más pronto que tarde, RUBÉN se corre con un gritito.

RUBÉN empieza a roncar y MONIQUE desliza su mano hacia abajo para terminar la faena. El maese se pone en pie, indignado.

 

 

 

Escena IV

 

MONIQUE por la calle. Entra por el otro lado MÉNDEZ en el papel de PROFUNDO, un joven interesante y modernamente indumentado que arrastra por el suelo una bufanda blanca y va leyendo un libro. Chocan.

 

La profunda frase revolotea entre ellos.

PROFUNDO se arranca con un poema mientras la mira seductor y se va acercando a ella, las bocas abiertas.

Suena música romántica, las manos vuelan, las bocas se buscan, mientras MAESE DUPORCO, horripilado, lanza confeti sobre la escena.

Sale mientras MONIQUE trabaja arrodillada frente a PROFUNDO. La fellatio concluye y PROFUNDO recita un encendido poema mientras practica un atinado cunnilingus a MONIQUE.

MONIQUE grita hasta que se corre y cae exhausta en los brazos del poeta.

ACTO II

Escena I

Mientras gime el telón, aparece EL GALO, cansado y medio dormido. Pronto le despierta un furioso MÉNDEZ. Los demás irán apareciendo.

Entra ÚRSULA, una MONIQUE sin peluca, gastada por los años pero elegante. Bebe ginebra de un vaso ancho.

EL GALO bebe. Después bebe más.

Escena II

La musiqueta da paso a un incómodo y vacío silencio en escena. Se oyen entre bambalinas unas voces que pretenden no ser oídas.

Aparece empujado el porcino maese. Mira al público como un conejo cegado por un foco.

Asciende por un lado MAMÁ, un muñeco enorme subido con poleas chirriantes. La subida empieza recta, pero se oye un ruido, voces, y se queda torcida, llenando casi todo el retablo.

MAMÁ, la efímera aparición abroncante, desciende renqueando y desaparece.

Entra un sonriente RUBÉN.

Largo silencio.

Escena III

 

Se pira el maese. En la cama otra vez, RUBÉN sigue explorando diferentes partes del cuerpo de MONIQUE.

Vuelta a la calma tensa. Ella contrariada pero él no pierde la sonrisa. Y vuelve a la carga.

Silencio.

Aparece MAESE DUPORCO.

Arranca el follamiento frenético. Posturas normales, luego más complejas, luego imposibles. MAESE DUPORCO mira atentamente y empieza a sacudírsela. La pareja sigue dale que te pego, grita que te grita, hasta que al final, se corren. El cerdo también se corre, con un gruñido ronco y manchando el telón.

Escena IV

Entra RUBÉN. Su sempiterna sonrisa se congela aún más.

Se abalanza sobre él, pero MONIQUE se pone en medio e impide la pelea.

MONIQUE consigue a duras penas retener a RUBÉN mientras PROFUNDO sale.

RUBÉN sale y vuelve enseguida, blandiendo un enorme cuchillo.

Sale RUBÉN cuchillo en mano. Ella le sigue. Entra el porcino maese.

Aparece PROFUNDO decapitado, con su propia cabeza en la mano. Balbucea sus últimas palabras en rima asonante y fenece. Entra MONIQUE y llora al muerto. Después, con reflejos de cuchillo vuelve el enloquecido encorbatado.

RUBÉN se clava el cuchillo en la cabeza y muere sin perder la sonrisa. MONIQUE estalla en llantos y huye despavorida. Entra Maese Duporco.

Aquí termina esta historia,

trágica historia de amores

que enfrentó a dos galanes,

dos idiotas, dos señores.

Al final ni uno ni otro

consiguieron los honores

y fueron al cementerio

por un par de ojos saltones.

Ella quedó mejor sola,

¡aburrida de los hombres!

Con el satisfyer cerca

y una gata de consorte. 

Con el satisfyer cerca 

y una gata de consorte.

 

 

 

Escena V

 

Gime el telón final. El público aplaude y los actores recogen los aplausos. Después, van apareciendo entre bambalinas.

Salen ÚRSULA y EL GALO. STEPHAN se queda, pensativo.

 

 

 

Escena última

 

Queda solitario MÉNDEZ, abandonado al silencio final. Mascullando entre dientes, recoge algunos bártulos y deambula de aquí para allá. Pero cuando se topa con los inertes muñecos, aletea su alma. Sonríe. Los coge suavemente y los abraza. Busca un sitio y se acurruca entre el desorden. Abrazado a las cabezas ladeadas de los títeres, que parecen preguntarle en silencio, MÉNDEZ se va relajando, acomodando, cerrando los ojos…



 

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